La revolución industrial en España fracasó por el débil crecimiento demográfico, la ausencia de una auténtica revolución agrícola y la escasa iniciativa y competencia de la burguesía.
Comenzó en tres focos: Barcelona, Alcoy y Málaga, pero solo el primero perdurará y llegará a ser la fábrica de España del siglo XIX. Así que, a pesar de la oposición del ludismo, Cataluña vivió una experiencia única: la Revolución Industrial, que se concentró en el sector textil, sobretodo en el algodón y la lana.
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